—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Las pancartas (2)

(Lee la entrega anterior)

“Señor, señor –se dijo–, ¿qué tendrá el puñetero fútbol que es capaz de unir en una sola voz a estos mocosos tan dispares, al igual que lo hace con sus mayores?”
—¡Profe, hoy estamos muy contentos y felices porque ya somos un equipo de Segunda División!
—Pues menos mal… Pensé que os había tocado la lotería…
—¿Viste el partido ‘Donfaustino’? –le preguntó Toni, un chico de flequillo largo y cerebro corto.

» ‘Pero no siempre hay buenas noticias, camaradas. Hoy siento tener que daros una mala, para compensar’.

—No, estaba bastante cansado tras preparar los temas de esta semana y me fui a la cama muy pronto. Me enteré de la victoria porque me despertaron unos cohetes a altas horas de la noche. Gente muy preocupada por el bienestar y el sueño ajeno se encargó de festejar su alegría sin pensar que a esas horas había otra gente que necesitaba descansar, o estaba enferma, o lloraba la muerte de su perrito…

La clase soltó una carcajada. Don Faustino era así, un poco rarito (¡claro, tenía ya más de sesenta años!), pero siempre sabía decir las cosas, hasta las más duras, con un puntito de humor que a los ojos de aquellos adolescentes sonaba a todo un puntazo. Por eso era su profesor preferido y por eso las horas de clase pasaban volando, no como con otros…
—Por cierto, he visto la pancarta de la verja. Espero que no la hayáis escrito vosotros porque entonces tendré que pedir la jubilación anticipada…
—Fueron los burros de 1º B, que parecen salidos de un campo de alfalfa… –replicó velozmente Manuela, para la que todo el mundo era idiota menos ella.
—Pues anda, sal a la pizarra y escribe correctamente la frase de la pancartita de marras.

Y mientras que la aludida cogía la tiza y escribía “Ya eztamo hem segunda divixion”, don Faustino recordó la mala noticia del día. La victoria del Rayo sería todo lo histórica que se quisiera pero él no podía dejar pasar por alto aquel triste suceso de las últimas horas.
—Ya veo, Manoli, que sigues peleada con la ortografía, a pesar de haber ascendido a Segunda. Deberías haberte unido a los que han hecho la pancarta porque juntando tus errores a los suyos, lo mismo habríais escrito correctamente la frase. Pero no te preocupes porque nuestro ídolo Piquito tampoco la habría escrito bien. Doy por perdida la batalla de la ortografía si, a cambio, ganamos la de saber comunicar con precisión lo que queremos decir y, francamente, todo el mundo ha entendido –hasta yo– que el Rayo ya está en Segunda División. Pero no siempre hay buenas noticias, camaradas. Hoy siento tener que daros una mala, para compensar.
—¿Ha descendido a Tercera el Bochinche Club de Fútbol? –preguntó, saltando raudo como una liebre, el hijo de la concejala. Un forofo de armas tomar, como su padre, el señor Matute.
—No, mucho peor. Esta noche ha dejado de existir nuestro buen amigo Eugenio Romerales, el escritor más importante de nuestra ciudad. Sí, el autor de esos libros tan geniales que os han hecho pasar ratos inolvidables: “La mano de goma”, “Historia de una lenteja”, “El policía que no ponía multas” y, sobre todo, “El extraño e insólito caso del hombre al que no le gustaba el fútbol”. ¿Os acordáis?
—Pues descanse en paz –volvió a terciar el tal Sergio, el mismo de antes–. Lo siento por él porque ya no podrá ver al Mospintoles jugar en Segunda…
—Sí, menudo problema se ha llevado al otro barrio el bueno de don Eugenio. ¿Os acordáis cuando lo invité un día a clase?
—¡Divertidísima fue la clase! –terció Margarita, una flor adolescente que apuntaba buenas maneras artísticas (quería ser presentadora de televisión), aunque la expresión oral y escrita se le iba a menudo por los cerros de Úbeda.
—Como homenaje a un hombre cuya vida estuvo dirigida a hacer felices a los demás con sus interesantes libros de historias, os propongo que vayáis en el recreo a la biblioteca y escojáis un libro suyo. En un par de días os lo podéis leer, dedicándole el tiempo que durarían tres partidos de fútbol, y luego comentamos algunas cosas que nos hayan gustado. ¿Qué os parece?
—Profe, tengo una idea muy ideosa…

(Continuará…)