—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Rumbo a Glasgow (3)

(Lee la entrega anterior)

Sergio se limitó a encogerse de hombros a la vez que enarcaba las cejas, gesto que acompañó chascando la lengua y chistando con los labios. La juventud era capaz de cualquier movimiento por complejo que pudiera ser, pensó Sebas.

Entraron en el edificio de la terminal y enseguida notaron la animación que allí reinaba. El viaje fletado a Glasgow era tempranero, porque a los aficionados al fútbol les gusta ir con antelación para hacer turismo: ver el estadio, acudir a la tienda del club local, visitar la zona de pubs y bares de la ciudad, y los más osados incluso acuden a los campos de entrenamiento del equipo anfitrión.

» —¡Anda éste! ¿Y cómo soy?
—Pues rarito… –respondió Sergio fingiendo desesperación con la mirada y resignación con las manos.

Sebas tomó contacto con su hijo agarrándole por el cuello de la zamarra, como si llevara paseando un perro. El crío ya estaba acostumbrado a esta forma paterna de evitar todo contacto pero manteniéndole controlado.
—No te me vayas a perder –se justificó Sebas.

Divisaron la cola de embarque y hacia allí se fueron sin perder un minuto. Otros hinchas de la roja paseaban por la terminal apurando alguna lata de cerveza matinal:
—Pichi, mira a ese. Con la gorra del Barça…

Sergio levantó la vista hacia su padre con una media sonrisa en los labios; era una forma más que evidente de decirle “te lo dije”.
—Que digan lo que quieran. El Barça es “lo puto amo” —restó Sebas importancia al asunto hablando en voz queda para su hijo. Pero en la parte más próxima de la fila se le escuchó nítidamente.
—¿Pero adónde vas, atonlondrao? Este avión va para Glasgow a ver a la roja. Los vuelos ‘internacionales’ para Barcelona son a otra hora.

Sebas fue incapaz de contenerse… total, el chiquillo ya estaba acostumbrado a que su padre defendiera públicamente los colores que le apasionaban.
—¿Qué pasa? ¿Que no te has enterao de que el juego de la roja lo ponen los catalanes?

Ahora la fila entera dio media vuelta.
—Ese tío es gilipollas –se escuchó que decían allá delante, desde el otro lado del arco detector de metaes.
—A ver, mastuerzo, mucho Barça, mucho Barça, pero quienes juegan son españoles.
—Y con Casillas de portero, y Reina y Villa, que es asturiano —apostilló alguien.
—Ya, ya, pero Villa juega en el Barça, no te jode. Y al Casillas os lo podéis quedar que con el Valdés volveremos a ganar otra vez la liga —Sebas entraba al trapo, contra cuatro o contra cuarenta.
—Papá, ¡calla ya! —Sergio no sabía donde meterse. Además él era del Real Madrid, que era lo normal y lo más cómodo viviendo en Mospintoles.
—No me da la gana. Que se enteren estos. Que yo soy del Barça, y si les molesta mi gorra que no la miren.
—Te la vamos a quemar, por listo —elevó la voz alguien amparándose en la multitud.
—Sí, ya. ¿Tú y cuántos como tú? —preguntó Sebas al vacío.
—¡Hala!, venga, que los del Barça sois de otro país.
—¡Anda, leche!, mira éste. Y los del Madrid representáis a Franco.
—¡Bah!, dejadlo. Estos catalufos siempre están con lo de Franco. No lo van a superar nunca.

Sergio se había ido apartando de la cola de espera y Sebas se fue hacia él, perdiendo su sitio en la fila.
—¿Qué pasa, Sergio? ¿No te habrás asustado? Ya sabes que esto es lo de siempre. Y que nunca pasa de aquí.
—Ya, papá, pero aquí no nos conoce nadie. Al menos en Mospintoles todos saben como eres…
—¡Anda éste! ¿Y cómo soy?
—Pues rarito… —respondió Sergio fingiendo desesperación con la mirada y resignación con las manos.

Sebas se quedó pensativo sin saber qué decir, dudas aprovechadas por Sergio para preguntar algo a lo que le daba vueltas desde hacía tiempo:
—Oye, papá; ¿y quién es ese Franco que siempre dices a los del Madrid?
—Un cabrón hijoputa que jodió la vida a toda mi familia… —Sebas comenzó a impacientarse ahora que la cola parecía que avanzaba con más rápidez.
—¿Pero por qué? ¿Porque era del Madrid?
—No, Sergio. Porque fue un cabrón y ya está…
—¿Y a la familia de mamá también le jodió la vida?
—No precisamente. A tu abuelo Anselmo le fue bastante bien con él. Y eso que no le gusta el fútbol —ironizó para sí Matute.
—¿Pero es que el Franco ese era de Mospintoles?

(Continuará…)