—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Sebastián Matute (2)

(Lee la entrega anterior)

La tele repetía una y otra vez la ratería de Piquito. Menuda espuela. Después de esto el Rayo subiría a segunda, pero apostaba a que Piquito volaría de Mospintoles para acabar en un equipo de la capital. Cualquiera de los dos grandes de Madrid estaría encantado de tenerlo en su cantera… Aunque a buen seguro lo harían jugar en el segundo equipo, dada su juventud. Si el chaval tenía madera de crack lo mejor que le podía ocurrir era seguir en el Rayo y jugar muchos minutos en segunda división, a la que ahora le habían vuelto a cambiar el nombre por cosa de un banco. ¡Joder!, la segunda división siempre sería la segunda división, ¿o querían que toda España recitara a coro el nombre del banco? Los tiempos cambiaban, y no sólo en Mospintoles.

» El Rayo ya era equipo de segunda división. Al menos en estos momentos; ya se vería si no tendría que ceder la categoría en los despachos.

La tele daba ahora una imagen anterior al gol, y retransmitía cómo se vivió en el palco el tercer tanto del Rayo. Y allí estaba ella, radiante como siempre. Cada vez que la veía por la tele a Sebas le daba un vuelco el corazón. María Reina era sencillamente divina. ¡Qué suerte tenían algunos!, rió por lo bajini para sí.

La mirada se detuvo en el servilletero de la barra, ahora que le había vuelto a dar la espalda a la tele: «Cafetería La Cama». ¡Qué nombre más poco apropiado para una cafetería! Si por lo menos fuera un puticlub. Claro que entonces el nombre sería ridículo.

Sebas esbozó una sonrisa privada que fue interrumpida por el camarero:
—¡Qué, don Sebastián! Y el año que viene nos vamos a primera. ¿Cómo lo ve?
—No lo veo, Aurelio. No veo al Rayo jugando en el Nou Camp. Ni con diez Piquitos. Harían el ridículo más espantoso.
—Ya estamos –intervino un parroquiano que se acercaba en esos momentos a la barra desde las mesas para pedir otro gin tonic–. El Sebas y su Barça. Este año os lo vais a llevar todo, macho, pero no hay por qué menospreciar a los rivales.
—No he menospreciado a nadie, Andrés –dijo Sebas conciliador–. Sólo digo que el Rayo es un equipo de tercera división que está en racha.
—Sí, no te jode. Una racha que dura tres años.
—¡Ah!, y esperas que esa racha os lleve a primera.
—Yo no he dicho que estemos en racha, lo has dicho tú. ¿Y por qué no vamos a poder subir? Con López en el club todo es posible.
—Sí, ya veremos. Ahora el Rayo tiene que pasar a ser una Sociedad Anónima. ¿Vas a poner tú mucho dinero para comprar acciones?
—Seguro que más que tú.
—Mira bien lo que dices, Andrés. Yo, Sebastián Matute, no voy a poner ni un duro para el Rayo de Mospintoles. Pero Talleres Matute, mi taller, puedes contar con que sí comprará acciones para que el equipo cumpla con la ley y no tenga que renunciar a la categoría.
—Sí, claro, ahora que la ciudad tiene un equipo en segunda, y los ricachones prevéis una mejora en vuestros negocios, ahora es cuando vais a poner dinero.
—Andrés, no me toques los cojones, macho. A mí todavía nadie me ha pedido un duro. Ya lo estoy yo ofreciendo antes de que me lo pidan. Pero es que es ahora cuando el equipo lo va a necesitar.

La algarabía en la cafería apagó estas palabras de Sebas. El pitido final vino a señalar que el Rayo de Mospintoles ya era equipo de segunda división. Al menos en estos momentos; ya se vería si no tendría que ceder la categoría en los despachos.

(Continuará…)