—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles
Éstas son las entregas publicadas el
viernes, 11 de noviembre de 2011

(Lee la entrega anterior)

Octavio Hermosilla dirigía su negocio a la vieja usanza, recibiendo personalmente a los clientes cuando llegaban, acomodándolos donde más gustaban siempre que se pudiera, y poniendo a sus órdenes a un camarero para que los atendiera en su nombre. Sebas seguía teniendo dudas de que aquella enorme cafetería diera dinero como para atender la nómina de camareros de la que disponía. Y todo Mospintoles compartía estas mismas dudas. A aquel negocio se le conocía por el sobrenombre de “El Lavadero”, en alusión a un supuesto blanqueo de dinero. Octavio lo sabía, y cuando alguien tuvo la osadía de hacérselo patente, el dueño no perdió su sonrisa y despachó el asunto con un “déjalos que ladren, Sancho”, lo cual era la perversión de la perversión en lo que a citas se refiere.

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