—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Invitado especial (2)

(Lee la entrega anterior)

En el locutorio el viejo profesor decidió cortar por lo sano.
—Dejemos ese tema electoral porque agua pasada… ya sabe. Atendiendo gentilmente su petición, yo he venido aquí a hablar de cultura y deporte aunque me imagino que las preguntas versarán más sobre esto último…
—Dice bien, don Faustino, pero me gustaría hacerle antes algunas preguntas de índole personal. Nos gustaría saber, por ejemplo, porqué se dedicó usted al mundo de la educación y cómo ve el nivel educativo actual de nuestros jóvenes.

» Lo diré para que se me entienda perfectamente: se debe a que esta sociedad cada vez es más idiota.

—En casa de mis padres nunca se pasó hambre pese a que había bastantes penurias económicas. El pequeño negocio familiar sólo daba para ir tirando. Salí buen estudiante lo cual les agradó, como es natural, pero eso impidió que les pudiera echar una mano en el trabajo, excepto en los veranos. Llegado el momento de escoger unos estudios superiores me decanté por Magisterio al ser una carrera corta y, por tanto, más barata. ¡Y menos mal que tenía una pequeña beca porque en caso contrario no podría haber seguido estudiando!
—Pero, ¿usted tenía vocación para ser maestro o le vino luego…?
—En esos momentos yo sólo tenía clara una cosa: mi futuro nunca debía pasar por continuar el negocio familiar. No me desagradaba ser maestro. Siempre la he considerado una profesión noble y útil. Iniciados los estudios me gustó tanto que, ya ve, sigo en ella con la misma ilusión que el primer día.
—A pesar de que hoy dar clase en un instituto no es tarea fácil…
—Nunca lo ha sido. Profesiones difíciles son las del minero o el agricultor. O tener un pequeño negocio del que se es esclavo todos los días del año. Los profesores trabajamos bajo techo, tenemos un horario intenso pero asumible y si es cierto que la muchachada cada vez está peor dudo mucho que en el resto de las profesiones las cosas anden por derroteros diferentes.
—No sé si pensarán lo mismo algunos de sus colegas.
—El problema de la educación actual es que, dándose las condiciones objetivas para que la inmensa mayoría de los chavales salgan educados e instruidos a un alto nivel, una gran parte de ellos no logran alcanzar los mínimos exigibles. Y eso quema bastante.
—¿Y a qué cree que se debe?
—Lo diré para que se me entienda perfectamente: se debe a que esta sociedad cada vez es más idiota.
—Pero la sociedad somos todos…
—Sí, claro. Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad y de idiotez. Más que en democracia vivimos en una idioticracia.
—¿Y por qué hemos llegado a estos extremos?
—Hay muchos factores desencadenantes. Pero no creo que sea este el lugar apropiado donde profundizar en la cuestión. Seguro que a la mayoría de sus oyentes les interesa más la marcha de la Liga de fútbol que lo que acabo de decir.
—Si se lo preguntamos a la audiencia quizás se lleve una sorpresa, profesor…
—Créame, en un mundo en el que la tecnología manda sobre el hombre y hasta lo suple, en que las ciencias humanas han desaparecido de los sistemas educativos, en que los medios de propaganda nos narcotizan por tierra, mar y aire, en que se ha impuesto la globalización más desvergonzada y uniformadora… en fin, en un mundo en que somos unos sujetos pacientes a los que se manipula y gobierna desde la política más sectaria, el mercado más reaccionario, las ideas más cutres y el modo de vida más absurdo que ha parido la historia, créame que en este estado de cosas lo normal es estar a un paso del encefalograma plano. Y perdone que no me extienda más porque no quiero ahuyentarle a sus queridos oyentes…

López, el presidente del Rayo, alucinaba escuchando al viejo profesor. Junto a su habitual Basáñez, estaba todavía en las oficinas del club arreglando diversos asuntos pendientes.
—Nos ha salido revolucionario el nuevo concejal de deportes…
—Pero si ya está rozando la jubilación…
—Esos son los peores, Basáñez. Los que tienen cerebro de adolescente y cuerpo de viejo. ¿Y este hombre da clase?
—Me dicen que con gran éxito, López. El dossier que estoy confeccionando sobre el susodicho no tiene desperdicio alguno. Este hombre es duro de pelar…

Susana, en línea con lo manifestado por don Faustino, iba a cambiar de tercio, pasando a la esfera propiamente deportiva, cuando se vio sorprendida a sí misma por la pregunta que le lanzó al profesor.
—¿Y desde la política hay alguna manera de arreglar este estado de cosas?
—No lo sé. Yo no soy un político. A pesar de la concejalía continúo dando todas mis horas de clase. No gano un euro con mi actividad municipal, esa ha sido una condición para aceptarla, y si se les ocurre darme alguna gratificación la destinaré a una entidad benéfica. Yo no estoy en la política para servirme de ella. Más bien es la política la que va a servirse de mí.
—¿Hasta cuándo, don Faustino?
—Cuando vea que no puedo ser útil o que me consideran un estorbo, no tardaré ni medio segundo en marcharme.

En esos momentos Susana dio paso a la consabida publicidad. El viejo profesor, tras tomar un lingotazo de agua mineral, le dijo:
—Debería haberme callado ciertas cosas, Susana.
—Ha estado políticamente incorrectísimo, pero a mí me ha encantado.

[Continuará…]