—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Sorpresas te da la vida (2)

(Lee la entrega anterior)

De pronto entró por la puerta de la cafetería. No había duda alguna en que era “Él”.
—Buenas tardes a todos…

A la velocidad del rayo acudió solícito el señor Hermosilla pero más rápido aún anduvo López. Directamente se fue hacia el reservado, a la mesa donde estaba María Reina, dejándolo con el saludo a medias. En cuanto se percató de su llegada la futura alcaldesa se levantó y ambos se besaron muy cordialmente. Lo que aparentaba ser un encuentro casual en realidad estaba perfectamente planificado por López.

» Somos los indignados de Mospintoles. Estamos manifestándonos pacíficamente por las calles de nuestra ciudad. No se preocupen, no somos ni violentos ni maleducados. Eso lo dejamos para el campo de fútbol.

—Otra vez mi enhorabuena, María. Los mospintoleños han acertado plenamente eligiéndote como su alcaldesa. Cuenta conmigo para todo lo que necesites.
—Gracias, López. Siéntate, hombre. Ya es casualidad que me hayas pillado aquí, charlando con la gente de mi equipo y con plena confianza…
—¡Benditas algunas casualidades! ¿Qué tal, señores?

Antes de sentarse al lado de María (ya se cuidó Alfonso de levantarse para dejarle su sitio, al tiempo que iba en busca de una silla que ya traía presuroso Hermosilla, pendiente de todo) López saludó a los presentes.
—El año que viene subiremos por fin a Primera División, señor López… –la observación le llegó disparada casi a bocajarro al tiempo que despejaba los nubarrones que momentos antes se habían cernido sobre el grupo.
—Es más fácil conseguir mayoría absoluta en unas elecciones que subir a Primera. Ya ven lo que nos ha ocurrido al final: nos quedamos a las puertas de poder participar en la fase de ascenso. Pese a ello todos estamos muy contentos. Tendremos un año más para consolidar mejor nuestro proyecto.
—¿Quiere decir que lo mejor que le ha podido pasar al Rayo es no haber subido a Primera tan pronto? –la pregunta iba directa a la yugular, como si de un navajazo se tratase.

—Eso lo dice usted. Yo digo que los grandes proyectos deportivos, para que no queden en agua de borrajas a los cuatro días, necesitan consolidarse en el tiempo y dotarse de músculo tanto financiero como patrimonial o social. Tenemos el mismo potencial económico y de población que otros modestos equipos que ya militan en Primera pero necesitamos tiempo y recursos para asentar con base firme nuestro gran proyecto. A veces llegar a la cima es muy fácil y rápido. El gran problema es cómo mantenerse en ella. Las prisas no son buenas consejeras. Sólo en ese sentido digo que quizás nos ha venido bien el no haber podido subir a Primera en esta temporada.

La parrafada de López convenció a todos los presentes. El salto deportivo del Rayo hacia la Primera División del fútbol español –de haber ascendido en esta temporada– habría sido tan espectacular que probablemente la caída de nuevo al abismo habría seguido la misma velocidad.
—Hay rumores de que un club de la Comunidad quiere fichar a Piquito…
—Deberemos acostumbrarnos a estos rumores en los próximos años… –señaló López.
—Quizás lo mejor sea hacerle un contrato de larga duración… –argumentó María, que apenas entendía de fútbol pero sí de leyes.
—En el fútbol los contratos son pan mojado, ¿sabes? Cuando un jugador quiere cambiar de equipo, por mucho contrato por medio que haya, nada puede impedir su salida. Lo que hay que intentar es que existan varios Piquitos de repuesto…

En aquel instante comenzó a oírse un gran ruido de voces procedente de la calle. Un centenar de jóvenes con pancartas y megáfonos venían avenida abajo gritando consignas y quejas. ¡Eran los indignados del 15-M, versión mospintoleña!

Al cabo de un par de minutos, cuando la alarma se había encendido en todas las caras de la mesa político-deportiva, la manifestación se paró delante de la cafetería “La Cama”. De ella salieron al frente cinco miembros y, con paso decidido, entraron en el local. El que parecía llevar la voz cantante se adelantó a los demás y empezó a hablar antes de que Hermosilla pudiera hacer nada por impedirlo.

—Señoras y señores. Somos los indignados de Mospintoles. Estamos manifestándonos pacíficamente por las calles de nuestra ciudad y en algunos locales públicos entramos sólo para recabar apoyos a nuestra causa. No se preocupen, no somos ni violentos ni maleducados. Eso lo dejamos para el campo de fútbol.

A López se le atragantó la aceituna que en ese momento estaba barajando en la boca.
—Hubiéramos pasado de largo de esta estupenda cafetería… –a Hermosilla, al que el corazón le latía más rápido que a Contador subiendo el Tourmalet, aquella frase le hizo bajar las pulsaciones– si no nos hubieran informado que se encuentran aquí gentes tan ilustres como la próxima alcaldesa de nuestra querida ciudad y el presidente del Rayo de Mospintoles. Sólo queremos decirles –y entonces dirigió expresamente la mirada hacia la mesa donde se encontraban los nombrados– que somos gente civilizada y honrada, ciudadanos con ganas de trabajar pero a los que no se les ofrece ninguna alternativa laboral, personas preparadas dispuestas a hacer un mundo mejor cada día si nos diesen la oportunidad. Queremos pedirles, como gente importante de la ciudad, que se preocupen por nuestros problemas. Queremos que nuestro Ayuntamiento y el equipo de la ciudad sean sensibles y cercanos a nuestras justas reivindicaciones. Son reivindicaciones que estamos seguros que muchos de ustedes comparten y que millones de españoles vienen expresando también desde hace tiempo: una reforma de la justicia, del sistema electoral, de las leyes laborales, mayor democracia interna en los partidos… Esto no son utopías sino necesidades urgentes. Pero además de esas mejoras a nivel nacional y autonómico también deseamos que se produzcan cambios importantes en nuestra ciudad. Sabemos que algunos de ellos están en la agenda del futuro equipo de gobierno pero queremos ir más allá. Tenemos ideas y ganas de ponerlas en práctica con la ayuda de gente tan importante como ustedes, señora alcaldesa, señor presidente del Rayo y señor Hermosilla, representante del empresariado mospintoleño. Gracias por habernos escuchado y muy pronto, mañana mismo, recibirán nuestras propuestas concretas para la ciudad. Buenas tardes y perdonen por la interrupción.

Aquel joven, con su discursito, dejó a todos con la boca abierta y sin capacidad de reacción. Ni siquiera María Reina, bregada en años de batalla municipal, fue capaz de articular palabra. Cuando los allí presentes reaccionaron los jóvenes ya se habían marchado. Espontáneamente alguien del local, probablemente un camarero, comenzó a aplaudir y todos le imitaron.
—Este chico tiene futuro –dijo Eleuterio, el parroquiano sempiterno de la cafetería–. No estaría mal que lo contrataran en el Ayuntamiento…

(Continuará…)