—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Cándida ignorancia (1)

versión
completa

El éxito de Piquito había pacificado el barrio. No se trataba de un suburbio especialmente polémico, aunque como toda la juventud no elije al mismo líder, alguna tirantez siempre existió. Pero con el éxito del Rayo los chavales cerraron filas en torno a Piquito.

Nuestro figura era uno de los gallos del barrio. Siempre lo había sido, incluso antes de destacar en el Rayo de Mospintoles. Como todo líder, Piquito tenía su némesis en Jacobo, “cada día más bobo”, muletilla con la que estuvo burlándose de él durante toda la etapa escolar. “El Jacobo”, aunque dos años mayor que Piquito, era de menor envergadura.

» —¿Pero es que tú no lees los periódicos?
—Sí, claro. To’s los días leo la Marca y el As.
—Ya… Ahí no sale el problema.
—Joer, entós no es grave.

Lo cierto es que Jacobo no tenía un pelo de tonto, como le reconoció Piquito el día que hicieron las paces. Tampoco es que tuviera luces más allá de las que permitía el barrio. Sabido es que en estos modernos guetos donde los gobiernos hacinan a los desheredados no abundan los cocientes intelectuales altos… Ni la sociedad los fomenta en barridas como aquella.

Hoy martes, Piquito estaba jugando al futbolín en la sala de billares y llevaba tiempo siendo “el rey de la mesa” pues nadie conseguía ganarle. Jacobo, con cara de pocos amigos, había entrado hacía poco y de un manotazo puso su moneda sobre el futbolín justo cuando Piquito eliminaba a su contendiente.
—Tendrás que esperar, Jacobo. Hay dos delante pa’ eliminarme. No sé si podré darte la satisfacción… Ya me duelen las manos —exageró Piquito.
—No me vengas con gaitas. Tú aguanta ahí hasta que me toque. Entoavía m’escuece el “donus” que me metiste la semana pasá’.
—Sí, pero ese día el Piquito estaba fresco. Y quizá no me apetezca perder mi fama de matagigantes, jaja.
—Déjate de famas y juega.

Mientras introducía la moneda en el cajetín y comenzaba la siguiente partida, Piquito mantuvo la conversación.
—Pero si traes mu’ mala cara, amigo Jacobo. Dime qué te pasa y si el Piquito pue’ ayudarte cuenta conmigo.
—Difícilmente.
—¿Pero qué te pasa…?
—¿Pero es que tú no le’s los periódicos?
—Sí, claro. To’s los días leo la Marca y el As.
—Ya… Ahí no sale el problema.
—Joer, entós no es grave.
—Nos golearon este finde.
—¡No jodas…! ¡Hostia…! Entós… Joder, estáis a punto de bajar…
—Y tan a punto. Tenemos que ganar la semana que viene de tres… De lo malo, jugamos en casa.
—¡Bah!, pero jugáis contra el Alcaudón. Esos ya están salvaos. No van a meter el pie.
—Pero tenemos que meterles tres y que no nos marquen.

(Continuará…)