—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

La plaza de Mospintoles (4)

(Lee la entrega anterior)

No tardó mucho en darse un nuevo caso que volvió a alterar la bonhomía natural de la población: el robo de la PSP a Manolito, un niño regordete y muy simpático que esperaba a su madre sentado en un banco del parque, justo frente al Ayuntamiento y a las dependencias de la Policía local, mientras ella se llegaba a registrar un escrito de su comunidad de vecinos. Era martes y Manolito tenía una cita médica por la mañana, por lo que no estaba en el colegio. El niño, de nueve años de edad, fue abordado en el banco por dos jóvenes magrebíes que le dijeron que a su hermanito también le gustaría jugar con el FIFA 2012, y que dado que él ya tenía una consola, debía compartirla con los más necesitados. Como Manolito se negara le preguntaron si prefería un pinchazo o un pellizco. El niño imaginó una navaja de cinco muelles y optó por el pellizco. Cuando vio que unas tenazas salían de un bolsillo de aquel par de sinvergüenzas, Manolito decidió “regalar” su PSP. En esta ocasión la Policía local accedió lentamente, de mala gana, a dar un vistazo por el parque, pero aunque el niño identificó a los ladrones, la consola de videojuegos no estaba por allí, con lo que no fue posible imputarles un delito de robo con amenazas pues los dos moros negaron los hechos.

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—En Rumanía o en Marruecos, trabajando, 200 euros al mes. Aquí, sin dar golpe, 465 euros mensuales. Más subvenciones y ayudas. Moros y rumanos vienen a España con sus familias y nosotros nos quedamos sin nuestros hijos, que tienen que irse a Inglaterra, Alemania, Canadá, Australia…

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» Cuando las autoridades están más pendientes del juego que se traen entre manos que de gobernar para quienes les votan, el pueblo toma para sí la acción de resolver sus problemas.

Tras este último atraco, en uno de los antros de la noche mospintoleña comenzó a fraguarse la solución que las negadas autoridades eran incapaces de encontrar. Cinco personas estaban fumándose algo prohibido mientras degustaban unas birras, siendo jaleado el verbo de los contertulios por los últimos acontecimientos (era tal la categoría del lugar que la nueva ley antitabaco no se respetaba ni había nadie interesado en hacerla respetar).
—Tiene cojones lo del chaval que han robado hoy esos cabrones. Encima le vacilan… que si quiere un pellizco… Hay que joderse. Y luego vacilan a los munipas.
—Esos son unos inútiles. Se tocan los huevos todo el día para cobrar más de dos mil euros a fin de mes.
—Ahí el único que vale es el sargento, que tiene dos cojones bien gordos…
—Lo que más me jode es que eligen la víctima. No se les ocurre asaltar a uno de veinte o treinta tacos, no.
—Es natural.
—¿Pero qué dices?
—Que es natural que elijan la víctima. Ocurre a diario.
—No sé dónde ocurrirá a diario, pero no es justo.
—Son dos cosas diferentes; el concepto de justicia es un concepto humano. En la naturaleza todo predador elige su víctima, y evidentemente elige la que menos trabajo le va a dar. Ni es justo ni deja de serlo. Es así y punto.
—Pero esto no es la selva.
—No será el Amazonas ni las sabanas africanas, pero el sistema es el mismo. A ver si te crees tú que los leones eligen la cebra más fuerte de la manada. Eligen la que está coja, o vieja, o es demasiado joven como para ponerles en apuros.
—Tendrás razón, pero esto es una ciudad civilizada y rige el concepto humano de justicia.
—A mí me parece que no… Si hubiera justicia esos dos ya estarían deportados y el chaval habría recuperado su videojuego.
—Pues si esto es la jungla, habrá que actuar como en la jungla.
—¿Qué quieres decir?
—Ellos son predadores y nosotros víctimas; hay que invertir la situación; aplicar la ley natural por la que se rigen ellos. Tenemos que convertirnos en predadores.
—¿Y como es posible?
—Somos un grupo, ¿no? Pero tenemos que dejar de ser rebaño y convertirnos en manada.

Así suceden las cosas. Cuando las autoridades están más pendientes del juego que se traen entre manos que de gobernar para quienes les votan, el pueblo asume la resolución de sus problemas. Pero los sistemas actuales tratan de aborregar a sus ciudadanos para beneficio propio, y esa circunstancia limita la capacidad de reacción del pueblo. Sin embargo hay casos particulares en que los ciudadanos actúan más pronto que tarde, a veces por estar muy unidos, otras veces por tener las ideas más claras, y otras porque el martillo vuelve a golpear en la llaga.

[Continuará…]