—[una serie en la suburbe madrileña]—Crónicas (deportivas) de Mospintoles

Deporte institucional (1)

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La Cama es una lujosa cafetería en la zona más chic de Mospintoles. En nuestra ciudad no existe un barrio pijo, pues su población es eminentemente proletaria, aunque sí existen urbanizaciones de esas que cuentan incluso con vigilancia privada, pero no están cerca del núcleo urbano.

María Reina proviene de una clase media alta, y gusta del confort que permite el dinero. La Cama se ha ido convirtiendo en su establecimiento favorito, al punto de gozar de algún trato de favor, como reservarse ciertos espacios para ocasionales reuniones con su grupo de colaboradores.

Octavio Hermosilla es el dueño de La Cama. Un empresario todoterreno. Las malas lenguas llaman a la cafetería La Lavandería; corre el rumor de que a través de este negocio Octavio blanquea dinero de la forma más sencilla…

» Por lo menos, piensa María, de tener que aguantar inconveniencias, hacerlo con el estómago lleno.

Si el negocio es deficitario, de lo que todo Mospintoles está convencido, a juzgar por la cantidad de empleados a los que da trabajo y lo espacioso del local, siempre más medio vacío que medio lleno, presenta saldos positivos en la delegación de Hacienda. Y si el beneficio es escaso, cosa más que probable le pese a quien le pese en Mospintoles, declarará ganancias abultadas en sus declaraciones. Así se gestan las leyendas urbanas, antiguamente llamadas rumores. Aunque el sabio refranero castellano dicta que cuando el río suena…

La amistad que genera el trato constante entre la asidua clienta y el atento anfitrión –cuentan que antiguo prospector de minas en Sudamérica– permite que Octavio se tome la libertad de invadir el espacio personal de María.

Ella, sentada en uno de esos rincones existente en todo negocio hostelero que permite una visión estratégica del establecimiento, precisamente bajo un colorido cuadro con la estampa de un viejo minero con su mula, le saluda con una sonrisa cuando él se acomoda enfrente, al otro lado de la mesa.

María, que de torpe no tiene nada, barrunta que va a tener que utilizar todo su saber hacer y todo su saber estar en la conversación que se le viene encima. También sabe que en esta ocasión estará invitada, por lo que decide abusar y se pide una nueva consumición aprovechando que uno de los camareros pasa por su lado.

Por lo menos, piensa María, de tener que aguantar inconveniencias, hacerlo con el estómago lleno.

(Continuará…)